Es interesante saber que mucha de nuestra comida proviene de alguien más. Sin embargo, desde niñ@s fuimos educad@s para no reflexionar ni cuestionarnos qué es realmente lo que comemos. A continuación mencionaré qué es lo que comemos desde un punto de vista biológico.
Recuerdo que cuando yo era niño mis padres me enseñaron a comer “carne”, y crecí disfrutando su sabor. Ahora sé que “carne” es un eufemismo (palabra elegante) de cadáver. Pero no un simple cadáver, el cadáver de “alguien” más, alguien que derramó sangre y que sufrió como cualquier persona que es asesinada.
Crecí como la mayoría de niñ@s bebiendo leche, sin estar consciente de que yo ya no era un bebé, ni de que mi madre no era una vaca. No sabía que esas secreciones mamarias eran para el verdadero dueño, el bebé de la vaca.
Comía de las secreciones de la gallina creyendo que ella me “daba” sus óvulos, producto de su periodo “menstrual”. Ahora me doy cuenta que ellas no “dan” sus óvulos sino que les son “robados” y para ello, son esclavizadas.
Por último, yo no sabía que aquello que odiaba era lo que comía: vómitos. La palabra “miel” es otro eufemismo para nombrar algo que pocos comerían si se le llamara vómito. Lo grave de todo, sin embargo, es que miles de millones de individuos son asesinados cada año para comerciar sus cadáveres y secreciones.
Ahora que conozco el lado oscuro de la comida, me siento engañado. Siento como si mis padres me dijeran: “Discúlpanos por habértelo ocultado antes… pero nosotros no somos tus verdaderos padres, te recogimos de una canasta.”
Profesor Armando Cid
Recuerdo que cuando yo era niño mis padres me enseñaron a comer “carne”, y crecí disfrutando su sabor. Ahora sé que “carne” es un eufemismo (palabra elegante) de cadáver. Pero no un simple cadáver, el cadáver de “alguien” más, alguien que derramó sangre y que sufrió como cualquier persona que es asesinada.
Crecí como la mayoría de niñ@s bebiendo leche, sin estar consciente de que yo ya no era un bebé, ni de que mi madre no era una vaca. No sabía que esas secreciones mamarias eran para el verdadero dueño, el bebé de la vaca.
Comía de las secreciones de la gallina creyendo que ella me “daba” sus óvulos, producto de su periodo “menstrual”. Ahora me doy cuenta que ellas no “dan” sus óvulos sino que les son “robados” y para ello, son esclavizadas.
Por último, yo no sabía que aquello que odiaba era lo que comía: vómitos. La palabra “miel” es otro eufemismo para nombrar algo que pocos comerían si se le llamara vómito. Lo grave de todo, sin embargo, es que miles de millones de individuos son asesinados cada año para comerciar sus cadáveres y secreciones.
Ahora que conozco el lado oscuro de la comida, me siento engañado. Siento como si mis padres me dijeran: “Discúlpanos por habértelo ocultado antes… pero nosotros no somos tus verdaderos padres, te recogimos de una canasta.”
Profesor Armando Cid